1 de febrero de 2016

El último escalón (Richard Matheson)



No podía ser de otra forma, Matheson tenía que volver a pasar tarde o temprano por nuestras manos, y es que "Soy Leyenda" es uno de los libros que deja huella en el lector. 

"El último escalón" 1958, está escrito cuatro años después de su obra maestra, en una demostración de lo camaleónico que es este autor, igual nos impresiona con un mundo apocalíptico repleto de vampiros, o se atreve con los fantasmas como en esta novela que reseñamos hoy.

¿ Dije fantasmas ?, sí, los hay, al menos uno, pero "El último escalón" no es una novela de fantasmas, es una historia sobre las capacidades psíquicas humanas, un canto a la vulnerabilidad de los individuos ante la simple posibilidad de conocer lo que piensan los demás, el auténtico horror de mostrar los pensamientos de las personas sin ningún filtro, sin las capas de hipocresía, educación, cultura, que arrastramos de forma constante.

El relato de los hechos contado en primera persona por Tom Wallace nos sitúa en una típica urbanización americana de casitas de los años cincuenta, amas de casa preparando tartas de manzana y maridos cortando el césped en pijama, todo idílico, una gran comunidad, sin embargo las cosas no son lo que parecen, cada familia guarda sus secretos íntimos.

En una de las típica reuniones familiares el cuñado de Tom propone hipnotizar a una persona a modo de juego, sin saber muy bien donde se mete, y suponiendo que eso no va a funcionar con él, Tom acepta el reto de ser hipnotizado. Nadie lo esperaba, pero el experimento funciona y después de echarse unas risas a su costa la velada finaliza y todos vuelven a sus respectivas casas.

Tom empieza a notar molestias por la noche, no puede dormir y se levanta para tratar de despejarse. Sentado en el sillón del salón no puede creer lo que ve, una figura de mujer se muestra de forma clara ante él, no dice nada, sólo está ahí, y tal y como viene se va. A la mañana siguiente Tom duda de si lo que vio fue real o un sueño, su mujer Anne es escéptica al respecto.

Otro cambio que experimenta Tom es que su mente parece funcionar como una antena de radar, y es capaz de captar los pensamientos de todas las personas cercanas a él. Su mujer comienza a asustarse de estas capacidades cuando Tom demuestra que sus predicciones no son casualidad, al parecer su nuevo don trae más problemas y responsabilidades que alegrías.

Tom lleva en sus hombros el peso de conocer todos los secretos de sus vecinos, y todos sus pensamientos, es una tarea que no ha pedido y que por momentos puede llegar a ser una carga intolerable, sin embargo esa nueva cualidad puede ayudarle a desvelar el misterio del fantasma de la mujer que ve en repetidas ocasiones.

Cuando en la década de los cincuenta todos los autores de terror mostraban los miedos de la época (apocalipsis nucleares, invasiones del espacio, experimentos genéticos), Matheson de forma magistral retoma los miedos internos del hombre, los que surgen del interior de su propia psique, y de forma hábil expone sus miserias a los lectores ávidos de otro tipo de terrores.

Se lee fácil, el estilo de Matheson no se anda con rodeos y va siempre al grano, pero para los ansiosos que no quieran gastar cuatro horas de su vida leyendo existe una versión de la novela en la película de 1999 protagonizada por Kevin Beacon con el mismo nombre que el libro.

Nota: 6/10

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